Supongo que si nos ponemos a buscar encontraremos a más de uno niño, y más de dos, al que no le guste el jamón serrano de toda la vida o, para los paladares más exquisitos, el jamón ibérico, pero el caso es que ahora mismo a mí no se me ocurre ninguno. Cuando era niña, yo adoraba el jamón serrano y los bocatas que mi madre me preparaba para merendar con tomate restregado y aceite de oliva, y ahora mi hija también adora nuestro adorado jamón “made in Spain”, aunque ella es aún pequeña para los bocadillos.
De hecho, a mi hija le parto el jamón ibérico en lonchas muy finas y trozos muy pequeños para evitar que se atragante y, aún así, no le dejo comer si no estoy yo (o un adulto de confianza) presente. Y es que el jamón ibérico puede llegar a ser muy traicionero para un niño de tan corta edad.
¿A qué edad puedo darle jamón serrano a mi hijo/a?
A priori, y según indican los pediatras más actualizados, a partir del año de edad los niños deben comer lo mismo que come un adulto, salvo contadas excepciones como los frutos secos, el pescado rico en mercurio y alguna cosa más. Por tanto, el jamón es ideal es introducirlo a partir del primer año de vida, cortándolo en lonchas muy finas o desmenuzándolo para que puedan comerlo sin dificultad. Además, el jamón serrano es un alimento que aporta un alto valor nutritivo y es apto para los primeros años de vida de tu bebé, pues este presenta muchos nutrientes beneficiosos para un adecuado crecimiento y desarrollo.
En cuanto a qué tipo de jamón serrano ofrecerle, debes saber que el jamón ibérico aporta más proteínas de calidad que el serrano, pero este último contiene menos grasas, calorías y sal, por lo que es más recomendable para los bebés que el ibérico.
Además, el jamón serrano aporta más cantidad de fósforo, magnesio y potasio.
Otros beneficios de este alimento son las altas dosis de hierro y zinc, es rico en proteínas de alta calidad, ácidos grasos insaturados y también es un alimento rico en vitaminas del tipo B.
Por eso, es un alimento muy completo y recomendable para tu bebé desde que pueda masticarlo y tragarlo sin problemas, pero no debes abusar de él ni dárselo todos los días para merendar, hay que combinarlo con frutas y lácteos por ejemplo.
En casa somos muy fans de los embutidos, sobre todo de los ibéricos, y debido a ello mi peque siempre come jamón ibérico a pesar de que porte más sal que el serrano y, por eso, le restrinjo también mucho su consumo y suelo dejarle comer una vez por semana, bien como aperitivo o como merienda, pero por mucho que le guste ahí se acaba su ración.
Iberjagus es la tienda donde siempre compramos los ibéricos, y he de reconocer que a veces consumimos más de la cuenta en casa ya que, en realidad, los embutidos son un producto procesado cuyo consumo debería estar más limitado para llevar una dieta verdaderamente sana. ¿Queréis saber por qué?
Embutidos, un producto procesado
Los embutidos y carnes procesadas están en el punto de mira en los últimos años a raíz de la recomendación de la OMS de evitar su consumo, al incluirlos en el grupo 1 como “carcinógenos para humanos”, junto con el alcohol, el tabaco, la contaminación ambiental o el sol. Ahora bien, no es lo mismo comer una morcilla procesada envuelta en tripa de animal que una loncha de pechuga de pavo ¿no? Y del mismo modo no puede ser lo mismo comer una loncha de jamón ibérico natural que una loncha de chopped que, al fin y al cabo, es carne triturada del animal que no sabemos muy bien de dónde procede.
De este modo, los peores embutidos que podemos tomar en casa son:
- Sobrasada: tiene una gran cantidad de grasas saturadas y está elaborado a base de carne, grasa, pimentón y especias. Su curación se realiza dentro de la tripa del propio animal y por tanto se recomienda un consumo esporádico.
- Salchichas: muy poco saludables, contienen un 30-35% de grasa, otro 30-35% de carne y el resto son nitratos y nitritos, aditivos considerados potencialmente peligrosos que deberíamos evitar.
- Salchichón: Contiene 438 calorías por cada 100 g y unos 40 g de grasa, de los cuales 12 g son saturadas. Además de su gran cantidad de grasas saturadas y de su posible relación con la incidencia de cáncer colorrectal, como señala la OMS, tanto el salchichón como otros embutidos tienen el problema añadido de que suelen contener grandes cantidades de sal. El consumo diario recomendado de sodio es aproximadamente de unos 2,5 g, una cantidad muy fácil de superar si tenemos en cuenta tanto la sal que añadimos nosotros mismos al cocinar como aquella que viene incorporada en numerosos alimentos.
- Mortadela: pese a que en algunas ocasiones todavía se asocie con ese embutido gourmet italiano tan presente en los desayunos y meriendas de muchos de niños su composición no difiere, en líneas generales, de la de otros embutidos: en muchos casos no llega ni al 50% de carne, y el resto son féculas, aditivos y grasas (25 g en total, de los cuales 10 g son grasas saturadas). Teniendo en cuenta que la OMS recomienda que el consumo de grasas saturadas no exceda el 10% de la ingesta total de calorías, es fácil superar esta cifra si optamos por este tipo de embutido, extremadamente calórico y con un porcentaje muy elevado de este tipo de grasas.
- Chorizo: Según un estudio publicado por la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC), entendemos por carnes procesadas todas aquellas que han sido transformadas a través de salazón, fermentación, ahumado u otros procesos para potenciar el sabor o mejorar la conservación. Pese a que la mayoría de ellas contienen cerdo –como es el caso del chorizo, que se elabora con la tripa– o ternera, también pueden contener otras carnes rojas, como aves, vísceras o subproductos cárnicos como sangre. El chorizo contiene unas 350 calorías por cada 100 g, con un 40% de grasa y cerca de un 12% de grasa saturada. Tiene, además, hasta doce veces más sodio que la carne fresca.
Beneficios del jamón
Una vez que sabemos todo eso, y somos conscientes de que no debemos abusar, hay que dejar claro que el jamón ibérico también tiene sus beneficios y, por tanto, comerlo de vez en cuando no causa ningún daño.
El Jamón Ibérico proporciona proteínas, vitaminas B1, B6, B12 y ácido fólico, necesarias para un buen funcionamiento del cerebro. También es rico en vitamina E (antioxidante) y en minerales como el cobre, calcio, hierro, zinc, magnesio, fósforo y selenio.
Por tanto, el jamón ibérico nos ayuda en:
- Prevención de enfermedades cardiovasculares: Como hemos visto anteriormente, el alto contenido en ácido oleico y tocoferoles naturales aportados por la bellota ayudan a prevenir enfermedades cardiovasculares, ya que contribuyen a reducir los niveles de LDL (colesterol malo) y mejorar el nivel de HDL (colesterol bueno).
- Disminución de la fatiga en deportistas: El consumo moderado de Jamón de Bellota Ibérico ofrece un gran aporte proteico, con un perfil lipídico equilibrado y moderado en calorías. Consumir 100 gramos de producto aporta 34 gramos de proteínas, por lo que supone un alimento perfecto para ganar masa muscular y un perfecto sustituto de otras carnes rojas no tan saludables.
- Prevención de la anemia: El Jamón Ibérico tiene un alto contenido en hierro, ideal para aportar a tu organismo este oligoelemento vital para nuestra salud.
- Reducción de la ansiedad y el estrés: Gracias a sus altos niveles de triptófano (aminoácido precursor de la serotonina), el Jamón Ibérico actúa como antidepresivo natural. Su consumo ayuda a combatir el estrés y reducir la ansiedad con un efecto beneficioso sobre nuestro estado anímico.
No se trata de comer jamón ibérico a diario ni tampoco de comprar un día y ponerte hasta las cejas, se trata de llevar una dieta sana y equilibrada durante todo el mes y, de vez en cuando, darle el gusto a tu paladar de saborear este manjar español que tanto gusta dentro y fuera de nuestras fronteras.
Del mismo modo, los niños pequeños tampoco deberían consumirlo a diario, por mucho que les guste, por razones obvias que ya hemos señalado con anterioridad pero eso tampoco significa que no puedan comerlo una vez por semana, por ejemplo. Si le gusta, alimenta y no causa daño a nuestro organismo ¿por qué no consumirlo? De lo que se trata, como en todo, es de no sobrepasar los límites de lo que es saludable y del mismo modo en el que no podemos comernos un litro de helado a diario (o no deberíamos) tampoco deberíamos sobrepasarnos con el jamón, pero sí podemos consumirlo de vez en cuando igual que consumimos el resto de alimentos y productos del mercado, poniendo siempre por delante, por supuesto, las frutas y las verduras.