Así creé mi negocio de alojamientos turísticos paso a paso

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Siempre me han gustado los edificios antiguos. Cada vez que pasaba por el centro histórico de Alicante y veía esas fachadas medio derruidas, pensaba en el potencial que tenían. Me costó varios años decidirme, pero cuando vi un edificio del siglo XIX en venta, no lo dudé. Estaba en ruinas por dentro, pero la estructura se mantenía firme. Tenía encanto, carácter y una ubicación perfecta para atraer turistas. Comprarlo fue el primer paso, pero lo que vino después fue todo un proceso del que aprendí mucho, y que ahora quiero compartir.

Lo cierto es que mi intención con esto es que más gente se anime a rehabilitar esas casas históricas, ya sea para alquilárselo o vendérselo a alicantinos o usarlo para turismo. A mi no me importa para quien sea, solo me importa ver como edificios tan bonitos se están muriendo poco a poco. Así que, si todo mi proceso te ayuda a decidirte, estaré muy contento.

 

Empezar con una idea clara

Lo primero que hice fue sentarme con papel y boli y escribir qué quería hacer exactamente. No quería montar un hotel, tampoco un bloque de apartamentos. Lo que me imaginaba era un alojamiento turístico dividido en pequeñas viviendas independientes, cada una con su cocina, su baño y su espacio propio, pero todas dentro del mismo edificio. Algo cálido, funcional, con detalles cuidados y que ofreciera una experiencia distinta a la de un hotel cualquiera.

Tenía claro que no quería un gran negocio, sino algo más personal, más humano. Un lugar en el que la gente se sintiera como en casa, pero con la comodidad de estar de vacaciones.

 

Ahora lo que hice fue evaluar el estado del edificio

Una vez que la compra estuvo cerrada, me puse manos a la obra con lo más urgente: saber en qué estado estaba realmente el edificio. Para eso contraté a un arquitecto técnico que se encargó de hacer una evaluación completa.

Se revisaron todas las estructuras, la cubierta, los forjados, la fontanería, la instalación eléctrica… Había que cambiar muchas cosas, claro, pero el edificio tenía una base sólida. Lo que más me preocupaba era que no perdiera su esencia, así que tomé la decisión de mantener elementos originales como las puertas antiguas, los balcones de hierro forjado y algunas molduras del techo que estaban en buen estado.

 

Hacer números y buscar financiación

Creo que todo el mundo sabe que rehabilitar un edificio antiguo no es barato. Por eso hice un presupuesto inicial lo más detallado posible: reforma completa, licencias, mobiliario, decoración, sistemas de climatización, electrodomésticos, seguros, gastos legales… todo. Luego sumé un 20% más para imprevistos (y aun así me quedé corto, aviso para navegantes).

Con ese presupuesto en mano, fui al banco. Presenté el proyecto como un negocio turístico de alojamientos de calidad, con una propuesta cuidada y un enfoque diferente. Me concedieron un préstamo parcial y el resto lo cubrí con mis ahorros. No fue fácil, pero lo consideré una inversión a largo plazo.

 

Planificación y las malditas licencias

Antes de empezar con las obras, tuve que conseguir varios permisos. En mi caso, al estar en el casco histórico de Alicante, todo iba más despacio y tenía que seguir unas normas específicas, cosa que me fastidió bastante. Solicité licencia de obra mayor, permisos de turismo, y todo lo que requería el ayuntamiento para este tipo de actividades.

Durante ese tiempo aproveché para planificar cada vivienda. Decidí dividir el edificio en cinco apartamentos: dos en la planta baja, dos en la primera y un ático. Cada uno con una distribución diferente, adaptada a la estructura original, pero con las mismas comodidades.

 

Elegir a los profesionales adecuados

Una parte fundamental del proceso fue rodearme de buenos profesionales. No solo contraté a una constructora con experiencia en rehabilitación, sino también a un aparejador que controlaba el avance y a una ingeniera que se ocupó de todo lo relacionado con instalaciones eléctricas y sistemas de climatización.

Pero si hubo alguien que marcó la diferencia en este proyecto fue el estudio de diseño de interiores Sergio Nisticò, que conocí por recomendación de un amigo. Les expliqué mi idea: quería que cada apartamento fuera diferente en distribución, pero que todos compartieran una misma línea estética, para que el conjunto tuviera coherencia.

 

Definir el estilo y decorar con sentido

Sergio y su equipo me aconsejaron sobre todo el concepto decorativo. Yo les dije que quería algo sencillo, pero acogedor. Nada frío ni recargado. Queríamos que los apartamentos transmitieran calma, comodidad y que tuvieran una estética actual, sin perder el toque mediterráneo.

Me propusieron una paleta de colores clara: blancos rotos, tonos arena, madera natural y algún detalle en azul o verde suave. Los muebles eran funcionales, cómodos, con acabados mate, y muchos elementos eran de artesanos locales. En las paredes, láminas con fotografías antiguas de Alicante restauradas.

Cada apartamento tenía una distribución distinta, pero repetimos los materiales, el tipo de muebles, las lámparas, los suelos y los textiles. Eso daba unidad sin ser repetitivo. No es lo mismo decorar cinco casas independientes que cinco apartamentos conectados por un mismo estilo.

 

Equipamiento completo

Uno de mis objetivos era que cada apartamento estuviera totalmente equipado. La idea era que cualquier persona, ya viniera por tres días o por dos semanas, pudiera vivir ahí como en su propia casa.

Instalamos cocinas completas con placa, horno, microondas, lavavajillas y lavadora. En el baño, secador de pelo, plancha, toallas de buena calidad, geles y champús. En el salón, un sofá cómodo, Smart TV, mesa de comedor y buena iluminación. El wifi, por supuesto, de alta velocidad.

Lo que no quise fue caer en lo barato. Preferí gastar un poco más en colchones de calidad, sábanas buenas y cerraduras electrónicas que facilitaran la entrada sin llaves.

 

Mi pequeño toque personal

Quise incluir algo que hiciera que cada huésped sintiera que estaba en un sitio especial. Así que preparamos unas pequeñas guías en cada apartamento, con recomendaciones de la zona, restaurantes, rutas, eventos… Todo escrito por mí. También añadimos una selección de libros y revistas locales, y en la cocina, aceite de oliva, café y algo de fruta de bienvenida.

No es gran cosa, pero son esos pequeños detalles los que marcan la diferencia.

 

La gestión del día a día

Una vez todo estuvo terminado, pasamos a la gestión. Me asocié con una pequeña empresa local que se encarga de la limpieza, el mantenimiento y el check-in, pero la atención al cliente la sigo llevando yo. Me gusta responder los mensajes, saber quién llega, qué buscan, si necesitan algo… No es solo un negocio, me gusta que la experiencia sea buena y que la gente se vaya contenta.

Decidí anunciarme en varias plataformas, pero también invertí en una pequeña página web propia donde pueden reservar directamente. Eso me ayuda a reducir comisiones y tener más contacto con los viajeros.

 

Aprender sobre la marcha

Por mucho que planifiques, siempre hay cosas que no salen como esperabas. Los primeros meses cometí errores: hubo huéspedes que se quejaron del ruido de una calle cercana, así que instalamos doble acristalamiento. En otro apartamento, el agua caliente tardaba demasiado, y hubo que revisar el sistema. Cada fallo lo vi como una oportunidad de mejorar.

También aprendí a manejar mejor la comunicación con los viajeros, a optimizar los precios según temporada, y a valorar mucho más el trabajo de limpieza y mantenimiento.

 

Esto ha sido lo mejor

Lo que más valoro es haber podido recuperar un edificio con historia y darle nueva vida. Cada vez que entro en uno de los apartamentos y veo que todo funciona, que huele bien, que está cuidado, me siento orgulloso.

Y cuando los huéspedes me escriben agradeciendo lo bien que han dormido, lo bonito que era el sitio o que se han sentido como en casa, entonces tengo claro que hice bien en lanzarme.

 

Un proyecto que sigue creciendo

Ahora mismo estoy pensando en ampliar. No con otro edificio, al menos de momento, pero sí añadiendo algunos servicios. Por ejemplo, estamos valorando ofrecer desayunos en colaboración con una cafetería de la zona, o visitas guiadas por el centro histórico.

También he empezado a compartir lo que aprendí con otros pequeños propietarios que quieren hacer lo mismo. Hay muchas oportunidades en el turismo, pero también muchas trampas si no sabes por dónde empezar. Y si puedo ayudar a que otros lo hagan bien, mejor.

 

Rehabilitar con sentido y con alma

Para montar este tipo de negocio, es muy importante entender qué busca el viajero de hoy, cuidar los detalles y ofrecer algo que tenga coherencia. Para mí fue fundamental tener una idea clara, contar con buenos profesionales, y no perder de vista que, al final, quien viene a dormir a tu casa es alguien que quiere sentirse cómodo, seguro y bien recibido.

No hace falta tener mucho dinero para hacerlo, pero sí paciencia, constancia y un poco de gusto. Yo sigo aprendiendo cada día, pero estoy convencido de que cuando haces las cosas con cariño y sentido, los resultados llegan solos.

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