El vino sobrepasa el rango de una simple bebida, tiene una fuerte connotación cultural, sobre todo en los países mediterráneos. El verdadero aficionado al vino cuida su colección de botellas con la misma pasión que si atesorara obras de arte. Por eso, no es extraño que cada vez más enófilos se decidan a construir una bodega en su casa.
Dice la leyenda que cuando el general inglés Wellington vio por primera la campiña jerezana, en plena guerra de la independencia, intentando enfrentarse a Napoleón, se quedó tan maravillado con los viñedos que decidió producir vino al estilo en el que los británicos producían whisky, y llevárselo para su país. Pero la historia del vino se remonta mucho más atrás. Hay constancia de que entre el neolítico y la edad de bronce se producía vino al sur del Cáucaso, en un área que comprende Georgia, Turquía, Armenia e Irán.
Los egipcios, 3000 años antes de Cristo, producían, tanto vino blanco como vino tinto. La población regaba con vino las fiestas de la luna nueva y la luna llena, que marcaban la crecida del Nilo y la vuelta a su cauce. El historiador griego Heródoto menciona que se bebía más vino esas dos noches que durante todo el año. El vino se guardaba en ánforas recubiertas en su interior con brea y selladas con barro, lo que permitía que se conservara durante años. Era uno de los alimentos que se enterraban en las tumbas para entregárselo como ofrenda a los dioses y así favorecer el paso al más allá.
Los romanos nombraron a Baco, el dios asociado con la diversión, como el Dios del Vino. Empezaron a embotellarlo a partir del siglo I después de Cristo. Sellaban la boca con yeso para impedir que se oxidara. Los patricios bebían vino en copas de cristal, para marcar la diferencia con la plebe. El resto del pueblo lo almacenaba en cántaros y lo tomaban en jarras de barro. Para la guerra de las Galias, Julio Cesar mandó transportar vino en toneles para dar de beber a sus soldados.
Tras la caída del imperio romano, las órdenes religiosas, no solo mantuvieron la producción del vino, sino que la extendieron notablemente. Los Benedictinos lo llevaron hasta la rivera del Rin y los Cistercienses hasta la Provenza. El vino estaba asociado a la religión cristiana y a la eucaristía, era la sangre de Cristo. Era también un ingrediente habitual en la cocina medieval, y para beber era frecuente tomarlo caliente, a veces mezclado con azúcar o miel. En la reconquista española se empezó a repoblar las viñas en torno al camino de Santiago. Es cuando empiezan a surgir los vinos de la Ribera del Duero y de La Rioja, y en Cataluña los del Penedés y el Campo de Tarragona.
Con la llegada al Nuevo Mundo (América), Hernán Cortés, una vez que conquistó México y se le nombró virrey de La Nueva España, ordenó que se plantara la vid. En poco tiempo su cultivo se extendió por todo el continente, sobre todo gracias a los Jesuitas, que no necesitaban licencia para producir vino. En 1561 ya se fabricaba en la provincia argentina de Mendoza.
Bodegas privadas.
La pasión por el vino se ha extendido por todo el mundo y encontramos magnificas colecciones de particulares en cualquier rincón del planeta. Antes de su muerte, el cocinero norteamericano Charlie Trotter tenía una colección privada de más de 4.000 botellas, una de las bodegas privadas más grandes del mundo. Tras su fallecimiento se vendió en una casa de subastas. El magnate estadounidense, Tawfiq Khoury, tenía una colección de 65.000 botellas, que también subastó y por la que obtuvo 2,5 millones de dólares.
El restaurante francés La Tour d’Argent, de París, tiene en almacén 15.000 botellas. Recomiendan a sus clientes llegar con una hora de antelación a la comida para estudiar la carta de vinos. El sommelier se encarga de la crianza de vinos jóvenes hasta llevarlos a su punto óptimo de maduración.
En España, el marqués de Riscal tiene 129.000 botellas en una bodega para uso particular localizada en la provincia de Álava. En ella conserva vinos con añadas desde 1862.
Cabe destacar las colecciones del Hotel Graycliff, en las Bahamas, con 250.000 botellas, la del Hotel París, en Montecarlo, con 600.000 botellas, y la de Bodega Milestii Mici, en Moldavia, con 2 millones de botellas, en donde el personal tiene que moverse en bicicleta.
Condiciones para conservar el vino en casa.
El vino es un producto delicado que no se puede almacenar de cualquier manera. Para conservar su olor, sabor y propiedades debemos estar atentos a la temperatura, la humedad, la luz y evitar el movimiento.
Cada tipo de vino requiere una temperatura específica. Así, el vino blanco espumoso debe conservarse entre los 4 y los 7 grados, el blanco ligero y el tinto joven nunca por encima de los 12 grados, un tinto crianza en torno a los 15 y un reserva sobre los 18. Es fundamental mantener la temperatura constante. Las variaciones de temperatura afectan al sabor del vino. El vino es sensible al calor y al frío extremo.
El vino se conserva con una humedad entre un 50 y un 80%. Se almacena con las botellas tumbadas, para que el corcho esté siempre húmedo y no se agriete, no dejando pasar el aire al interior de la botella y evitando que se oxide.
Es importante evitar la exposición a la luz solar. El vino debe estar a oscuras o como mucho con luces led de baja intensidad para poder identificar las etiquetas de las botellas. La luz directa produce un envejecimiento prematuro que altera su sabor.
El vino se almacena en reposo, sin recibir vibraciones o movimientos bruscos que puedan desencadenar reacciones químicas, que a la larga producen un envejecimiento desigual. Tampoco puede estar próximo a lugares con olores fuertes y penetrantes que terminan impregnando su sabor.
El mejor lugar para conservar el vino es en una bodega, normalmente situada en sótanos o cuevas, con unas condiciones ambientales muy concretas. Se trata, por lo tanto, de reproducir en casa esa atmosfera en la medida de lo posible. Algo que es factible gracias a las cavas refrigeradas que se fabrican en la actualidad.
Bodegas en casa.
Puesto que el aficionado colecciona un producto tan especial y delicado, no puede guardarlo en cualquier sitio. Debe tener unas instalaciones acordes con el tesoro que conserva, que lo pueda mostrar orgulloso y saborearlo cuando lo deseé, pudiendo disfrutar de él en plenitud. La solución estándar son las cavas climatizadas, que mantienen una temperatura estable entre los 4 y los 12 grados y una humedad del 50%, con una suave luz tenue en su interior y puertas ligeramente tintadas. Sin embargo, hay auténticas maravillas que mantienen estantes con diferentes temperaturas y acabados de las puertas metálicos o en madera. La empresa Vicave, especialista en equipamientos para la conservación del vino, piensan que construir una bodega en un domicilio es llevar un deseo a la realidad, donde el límite lo pone la imaginación.
Hay particulares que han construido una vinoteca aprovechando el hueco de la escalera, con un estilo que se integra con el diseño de la estancia y se mimetiza con los elementos presentes en la misma. Otros han puesto un mueble refrigerado que ocupa toda una pared, como si fuera una librería, y en el que tienen clasificadas las botellas por el tipo de vino, manteniendo la temperatura específica en cada segmento, con un acabado en las puertas y el interior acorde con el resto del mobiliario. Otros se han hecho con una gigantesca vitrina, donde a un lado tienen sus botellas y al otro una alacena con las copas para degustarlo.
Otra opción es crear una bodega climatizada, aprovechando una estancia, que se mantiene herméticamente cerrada, con un nivel de temperatura estable, por debajo de los 18 grados y un control de la humedad. Que no se vea afectada por la temperatura del resto de la casa. En su interior se pueden colocar las botellas tumbadas en expositores y una mesa con sillas para saborear el vino allí mismo. Otra versión es crear una cámara cerrada, con las botellas almacenadas sobre repisas a ambos lados y un pasillo por el que puede transitar una persona para seleccionar el vino que se desea tomar. La puerta de acceso a la cámara está cerrada como si fuera un frigorífico.
Con frecuencia, las empresas instaladoras tienen un servicio técnico que resuelven cualquier problema que pueda surgir en las instalaciones. Asegurando de esta forma la perfecta conservación del vino. El equipamiento de estas bodegas está compuesto por electrodomésticos especializados con un funcionamiento específico, que requieren de técnicos que lo conozcan.
Disponer de unos medios para conservar el vino y disfrutar de él, incluso en tu propia casa con toda comodidad, nunca ha sido tan fácil como en la actualidad. Ya no es necesario que tengas una casa centenaria con un gran sótano al lado de unos viñedos para conservar una buena bodega, la tecnología lo ha hecho posible.